14/2/09

Episodio VIII: “Agarrensén que viene una curva cerrada”


(en donde no sucede prácticamente nada, debido a que papá continúa inmerso en una depresión catatónica, pero también a causa de una aguda aunque momentánea carencia de ideas de parte del narrador, quien disimula recurriendo a técnicas propias de los medios audiovisuales y, a fuerza de escribir pavadas, termina inventando la diarionovela interactiva y, de paso, mete un chivo)



Algunas escenas del capítulo anterior:

(Pero antes debemos pedir al lector su amable colaboración: como el medio escrito carece de los artilugios técnicos del cine y la televisión, le rogamos que, mientras lea esto se imagine, o, mejor, silbe, algún tema que pueda servir de banda sonora a esta recapitulación. Por ejemplo, la música de Ennio Morricone para “Un dólar marcado” o algún otro western – spaghetti)
Ahora sí, las escenas prometidas: Mamá y el abuelo Strómboli, su padre, (padre de mamá, no suyo, amigo o amiga lector/a) están confrontando cara a cara. Plano medio americano (más o menos hasta las rodillas de los personajes) Corte a picado cenital, es decir, desde arriba. Corte a contrapicado, es decir, sí, adivinó, desde abajo (ésta es una toma astuta, hecha desde el punto de vista del Cachafaz: simboliza una mirada inocente, pura y natural sobre la insignificancia de los asuntos humanos) Corte a primerísimo primer plano de la cara de mamá, que dice:
- ¡Viejo comunista! – corte a los ojos del abuelo. Corte a los ojos de mamá. Corte a los ojos del abuelo. Corte a la cara sulfurosa de mamá, que aprovecha que la cámara la está enfocando para sacar la lengua. Corte a la cara del abuelo que replica con bastante desprecio:
- ¡Tilinga burguesa! - dejando definitivamente establecido el conflicto central de esta diarionovela, o, al menos, el de unos cuántos capítulos más, hasta que se nos ocurra otro tema.
Bien, fin de la recapitulación. Rogamos al lector que deje de silbar la banda sonora. Gracias.
A todo esto, papá, sin que nadie lo note, ni siquiera el Cachafaz, deja de hacer zapping, se levanta lentamente del sillón y camina hacia la ventana. Desde allí contempla el paisaje circundante. Aquí se pone de manifiesto la superioridad del medio escrito sobre los audiovisuales. En efecto, el lector puede imaginar, a su gusto y placer, el paisaje que rodea la casa de los Pérez Strómboli. Si el lector quiere ver una gran ciudad, tipo Buenos Aires o Córdoba, puede. Si prefiere una ciudad marítima, como, verbigracia, Mar del Plata o Puerto Madryn, también puede. Por ejemplo, si el imaginativo lector opta por esta última, tal vez pueda ver el mar, las gaviotas, la rambla (los Pérez Strómboli, si fueran madrynenses, vivirían definitivamente en el Barrio Sur, al menos por ahora) y también a un señor alto de barba hablando con la estatua de Sancho Panza (no se alarme el lector: el señor alto y de barba es Carlos Nacher, a quien últimamente se le ha dado por cosas raras como ésas)
Corte a tanda publicitaria. Rogamos al lector que tenga la amabilidad de silbar algún tema romántico pero dramático. Voz del locutor: “Una historia de amores cruzados, de pasión salvaje, de principios firmes como una roca: “Corazones de piedra” con las actuaciones de: El Indio, la Galesa, Don Quijote, Sancho Panza y, en el rol del perro de Sancho Panza, la participación estelar de Cachafaz Pérez Strómboli. No se pierda esta apasionante lucha de codos de bronce contra caras de piedra, todos los martes, en esta misma contratapa y por este mismo diario local”. Fin de la tanda. Por favor, deje de silbar, amigo lector, y gracias nuevamente, por este capítulo no necesitaremos más de sus servicios.
Bien. Papá esta mirando por la ventana, ajeno al punzante intercambio de frases entre su esposa y su suegro N° 2, hombre difícil si los hay, a diferencia de su suegro N°1, con quien solía hablar de fútbol y carreras durante el vermucito del domingo. Gran tipo el suegro N°1, lástima su hija, la señora N°1, realmente imbancable, no como la actual, o sea la señora N°2, con quien papá pretende vivir hasta que se tenga que mudar a la Quinta del Ñato. Papá piensa lo bueno que sería que las familias políticas vinieran en kits para armar según las necesidades del consumidor. Señora N° 2 y suegro N°1: esa sería la combinación ideal. Por supuesto, estos kits excluirían absolutamente la provisión de suegras. Bueno, podría venir una versión especial para masoquistas. Con dos suegras. La mera perspectiva le provoca un escalofrío, pobre papá.
Papá piensa en su vida. No entiende por qué le pasan las cosas que le pasan. Si siempre hizo todo bien. De chiquito hasta fue boy scout. Nunca se quejó por nada. Nunca se metió en nada. Si al final con gobiernos militares o democráticos uno tiene que trabajar igual. Papá es políticamente correcto, y por eso no piensa que con los militares se estaría mejor. Bueno, a veces lo piensa, pero no se lo dice a nadie, menos con el suegro N° 2 cerca. El lector tendría bastante razón si pensara que papá es medio flan. Bastante flan.
Pero qué. Al fin y al cabo siempre hizo lo que se esperaba de él: trabajó y estudió desde los quince años. Tardó como siete en recibirse de contador. Sobrevivió con cuatro trabajos hasta que la Empresa le dio la Gran Oportunidad de su Vida, de esto hace ya dieciocho años. Dieciocho años de fidelidad y de levantarse a las seis de la mañana. Dieciocho años de fidelidad y entrega totales. Dieciocho años de fidelidad y sí-señores a repetición. Dieciocho años de fidelidad y de aguantar el malhumor y el excelente mal aliento del Gerente de Compras. Dieciocho años desafilando los serruchos de los que venían escalando más abajo. Dieciocho años y ahora esto. La mano de papá se cierra bruscamente haciendo crujir el control remoto que desde hace varios días se ha convertido casi en un apéndice natural de su cuerpo.
- ¡Pichu, mirá lo que me dice mi papá! ¡Que soy una tilinga no se qué!
- Una tilinga burguesa. Eso te dijo tu papá – masculló papá, con una voz sorda, varonil, tipo Bruce Willys en “Duro de matar”. Una voz que no le conocíamos hasta ahora.
- ¿Y eso que quiere decir?
- Ser un tilingo burgués es ser... alguien como... como yo. Pero eso se acabó – vuela el control remoto.
- Pichu: ¿te sentís bien?
- Mejor que nunca. Esta noche no me esperes para cenar. Ni para dormir- Bruce Willys, un poroto.
- ¿Por, Pichu?
- Voy a tomar la Empresa- dice Papá - Willys como poniéndose una vincha onda Rambo.
Corte a primer plano de los ojos de mamá, que se agrandan hasta parecer un par de huevos fritos, pero de ñandú. A despecho de la lógica ansiedad y curiosidad del lector por ver como continúa este dramático giro de ciento treinta y dos grados a la izquierda que con algún derrape y con peligro de vuelco acaba de efectuar papá, la pantalla funde a negro y aparece un cartel de un blanco implacable que dice:

Continuará

No hay comentarios:

Publicar un comentario