14/2/09

Episodio XV: “To be or not to be”



(En donde, mientras Mamá se enfrenta al dilema de los dilemas, el desaprensivo narrador se entretiene con el juego de los siete errores, la olla de Papá hace blublup y la continuidad de este folletín queda a merced de un múltiple choice interactivo)



Luego del poético intermezzo vivido en casa de Malena Lezcano, no queda otra que apechugar y volver a la residencia Pérez Strómboli, en donde hallaremos a Mamá enfrentando la delicada tarea de comunicarle a su señor esposo que, digamos, ha perdido la exclusividad carnal a que le da derecho el vínculo matrimonial consagrado por las leyes y las costumbres del país. Dicho de otra manera: que le acaba de meter los cuernos nada menos que con su analista. Con el analista de Mamá, que Papá es contador y no cree en esas cosas. Ay de los incrédulos.

La escena que se desarrolla frente a nosotros podría pasar por una típica ilustración de un libro de lectura de los dorados años sesenta. Esas en que el papá lee el diario cómodamente sentado en el living, con pantuflas, pipa, robe de chambre y pañuelo al cuello, un muy bien merecido descanso después del diario trajín a que lo obliga el tener que ganarse día a día y honestamente los garbanzos para toda la familia. Un poco más al fondo vemos a la mamá, en primoroso vestidito a lunares, parcialmente cubierto por un níveo delantal que lo protege de las salpicaduras de grasa, salsas y otras porquerías en su sacrosanta tarea de preparar la cena que, además de nutritiva, debe ser agradable a la vista y al paladar. A los pies del papá, el varoncito juega con sus soldaditos de plomo. El lector perspicaz podrá preguntar que cómo le habrá ido a este niño de los sesenta en los setenta, cuando los soldaditos de plomo se convirtieron, vaya a saber por artes de qué magia negra, en milicos de carne y hueso que disparaban balas, ésas sí, de plomo y bronce. Pero eso es harina de otro costal y no encaja con el tono premeditamente light de este pastiche posmoderno. La chancletita de la familia, una linda rubiecita de lacios cabellos, no juega: ayuda a la mamá, como corresponde a una futura mujer de su casa. La lectora perspicaz podrá preguntar que cómo le habrá ido a esta nena de los sesenta en etc. etc. Rogamos a los lectores y a las lectoras perspicaces que no escorchen. Menos averigua Dios y perdona.
Dijimos que la escena en casa de los Pérez Strómboli podría pasar por una ilustración de aquellos libros de lectura perdidos para siempre. Podría pasar. Pero no pasa. Ni un poquito pasa. Ayúdennos los lectores y las lectoras a encontrar las siete pequeñas diferencias:

1.-Papá no lleva robe de chambre. Apenas si calzoncillos, camiseta de frisa, y medias a las
que habría que echarle un par de remiendos. Y tampoco pipa: Mamá ha prohibido que se
fume en la casa.
2.- El que tiene puesto el delantal, que Mamá acaba de arrojarle, es Papá.
3.- La comida que está preparando Papá dista mucho de ser agradable a la vista y al olfato.
Tampoco es nutritiva.
4.- En esta casa el único que lee el diario es el abuelo Strómboli. Ni tampoco, desde que
tiene una novia de la mitad de su edad
5.- El nene no juega a los soldaditos. El nene no juega: mira televisión.
6.- La nena no ayuda a Mamá. La nena no ayuda.
7.- Mamá odia los vestiditos a lunares, sean primorosos o no.

Descrito convenientemente el cuadro al que nos enfrentamos, podemos ir sin más ni más al meollo de la cuestión.
Mamá ha utilizado el artilugio de tirarle el delantal a la cara a Papá y de ponerlo a cocinar esa cosa pringosa que hace blublup en la olla a los solos efectos de ganar un tiempito que le permitirá meditar acerca de la cuestión que la atormenta: ¿to be or not to be? That is the question. Pero eso es de otra historia un poco más famosa que ésta. Bajemos dos cambios: ¿mentir o no mentir?. ¿Ser fiel al juramento de sinceridad absoluta que se hicieron allá lejos y hace tiempo o callarse la boca para ahorrarle flor de disgusto a ese pobre tipo que después de todo es el padre de uno de sus hijos?
Menuda cuestión, señoras y señores. Las implicancias éticas del dilema exceden con mucho los objetivos pasatistas de esta diarionovela. Qué bien salió esta frase.
No queda más remedio que apelar al formato interactivo inaugurado en el capítulo VIII y preguntar a los lectores, perspicaces o no: ¿Qué debe hacer Mamá?

a) Decir la verdad.
b) Callar para siempre.
c) Otras opciones que no se le ocurren al narrador.

Los lectores interesados en determinar el curso a seguir en esta historia pueden votar escribiendo a la dirección electrónica que figura en el encabezado. Garantizamos absoluta discreción. Gracias.
Pero compliquemos un poco más las cosas: justo ahora suena el teléfono. Carla, la nena, corre a atender, pero tropieza con el Cachafaz que justo pasaba por ahí. Carla cae encima de Emanuel, que también se había levantado a atender el teléfono. Emanuel le pega a Carla. Carla le pega al Cachafaz. El Cachafaz, buen perro como es, no le pega a nadie, pero atina a encajarle un tarascón en el culo a Carla, que dice un montón de cosas irreproducibles. Papá levanta el tubo y escucha atentamente. Después tapa con una mano el micrófono y dice:
-Pichu: es tu analista. Pregunta que cuándo querés tener la próxima sesión.

(Continuará, gracias a los lectores)

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