14/2/09

Episodio XXVII: "Eppur si muove"


(en donde el narrador es atormentado por sus propios fantasmas inquisitoriales)


El narrador abre los ojos, y se encuentra sentado en medio de una inmensa sala. Frente a él, se levanta un alto tribunal de madera oscura y desgastada por el roce de los siglos. Detrás del estrado se sientan unas figuras vestidas con toga negra y peluquín. Con incredulidad, con espanto, el narrador reconoce los rostros de los jueces: Gustave Flaubert, Jorge Luis Borges, Susan Sontag, Arthur Rimbaud, Julio Cortázar, Groucho Marx, André Breton, Woody Allen, Franz Kafka, José Saramago, Beatriz Sarlo, Roberto Arlt, Corín Tellado y Gaby, Fofó y Miliki. No hay duda: se trata de una pesadilla.
Detrás y a los costados del tribunal se alzan infinitas graderías ocupadas por miles y miles de rostros borrosos, en los que el narrador cree adivinar algunos otros conocidos: Emilio Salgari, Jack London, Julio Verne, María Elena Walsh, Adolfo Bioy Casares, William Shakeaspere, Alejandra Pizarnik, y la formación original de Les Luthiers, que antes eran siete, como el grupo en donde guitarrea Carlos Nacher.
Un anciano ciego, sentado en el centro del tribunal, que sobre el peluquín lleva una corona de laureles y en la mano una cítara, carraspea, arranca unos arpegios del instrumento y dice:
- Que el acusado se ponga de pie.- El narrador se pone. Y después abre los ojos como dos huevos fritos: ese vejete chicato es nada más y nada menos que Homero. Homero Simpson. Ahora sí que la cosa se puso amarilla de puro re-jodida.
- Que el honorable tribunal lea los cargos – dice con voz vibrante Homero- El acusado puede sentarse.
- Plagio Estilístico – gruñe Saramago – De mi estilo, para ser exactos. Y bastante mal, hay que decirlo.
- Robo de Situaciones Humorísticas – acusa Groucho Marx, mientras los Luthiers asienten, con lágrimas en los ojos.
- Corrección Política a Ultranza – sisea Rimbaud, mientras Kafka imita a una cucaracha.
- Falta de Compggomiso con la Ggealidad Aggentina – dice Julio Cogtázag. Después dibuja una rayuela y se pone a dar saltitos con La Maga.
- Crueldad Zoológica – dicen a coro Gaby, Fofó y Miliki, abrazando tiernamente a una Gallina Turuleca con cara de Cachafaz.
- Digresión Permanente e Injustificada – dice Borges, haciéndose el compadrito y limpiándose las uñas con el puñal, esa víbora -Y ahí no hay quien me emparde. Si gusta, mi amigo, lo seguimos discutiendo afuera.
- Intromisión Excesiva del Narrador en la Historia: ¡Pérez Strómboli c’est vous même! – Grita sulfuroso Gustave Flaubert, que ahora está igualito a Madame Bovary.
- Escenas Románticas Trilladas y de Cuarta – susurra Corín Tellado, mientras se abanica con una de sus novelas rosa.
Esto es demasiado para el narrador, que se pone de pie de un salto, pero es obligado a sentarse por tres mosqueteros. O cuatro, que ese asunto nunca quedó del todo claro.
- ¿Tiene el acusado algo que decir en su defensa antes que este Alto Tribunal dicte sentencia?
- ¡Que rechazo todos los cargos! ¡Me niego a ser juzgado según los paradigmas de la Modernidad! ¡Esto es la Posmodernidad! ¡En la Posmodernidad no hay plagios: hay homenajes, intertextualidad, refritaje sin fin!¡Todo es light, descafeinado, cero calorías! ¡Todo políticamente correcto! ¡Es el fin de los grandes relatos, de la historia!¡Yo no soy yo: soy mis circunstancias!¡Una víctima del sistema!¡Mi infierno son los demás! – acá el narrador cae de rodillas ante el tribunal y solloza – ¡piedad, piedad, piedad!
- Qué payaso – dice Miliki.
- ¡Por favor, clemencia! ¡Escribí todo eso para ganarme unos mangos! ¡Estoy endeudado! ¡Debo dos boletas de Servicoop!
- Dostoievsky también escribía para pagar deudas. Pero nos dejó “Crimen y castigo”, en cambio usted... – dice desdeñosamente Roberto Arlt.
- No ha hecho más que cometer un crimen... – la deja picando Woody Allen.
-....dejándonos un cadáver para nada exquisito – mete la cuchara André Breton.
- ...y, por lo tanto, merece un castigo, je, je, je...- masculla Groucho con el puro en la boca.
“Ja-ja-ja, qué graciosos” piensa el narrador, pero no se atreve a decirlo en voz alta.
- Ha llegado el momento de dictar sentencia. – dice majestuosamente Homero – Como prueba de la indulgencia de este tribunal, le daremos a elegir entre dos castigos.
- Gracias, gracias, gracias – dice como buen chupamedias el narrador, sorbiéndose los mocos.
- Castigo 1: todos los viernes de luna llena, se convertirá en liberazón.
- ¿Y eso qué es?
- Y... es como un lobizón ¿vio? Pero con cola y pezuñas de chanchito burgués y la cara de Carlos Men...
- ¡No, no, no, eso no! ¡El otro castigo!
- Bueno. Entonces el Castigo 2: deberá servir como gondoliere por toda la eternidad...
- Bueno, eso no está tan mal: una góndola, los canales de Venecia...
- ¿Quién habló de Venecia? La cosa es en el Riachuelo. Y se enamorará perdidamente de su única y eterna pasajera: María Julia Alsog....
- ¡Aaaagggghhhhhhhhhh!

El narrador, espantado por su propio alarido, se despierta bañado en sudor frío. Se acerca temblequeante a la computadora y la enciende. Después se va a hacer pis.
Dentro de la computadora, los personajes de este folletín posmoderno se ríen a carcajadas.
- Se lo merece, por las que nos hace pasar – dicen Papá y Mamá.
- A ver si ahora se decide a escribirnos una vida un poco mejor – dice el abuelo Strómboli mientras saca una mano a través de la pantalla y teclea con un dedo: continuará.

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