13/2/09

Episodio XXXIX: Japi end I


(en donde Papá casi no se manda la parte ante sus hijos y después queda muy bien con su señora, el Cachafaz y Lupita se esfuerzan por lograr una descendencia, Carla, desnuda, húmeda y enjabonada, intenta ahorcar a Emanuel y, en una vuelta de tuerca onda Hollywood, descubrimos por fin la identidad del malo de la película)


A pesar de que Papá, habiéndose salvado por un pelo de los secuestradores, casi se nos muere de una neumonía gracias a Juan José Rodríguez Rodríguez (cuyo ingenio andaluz no encontró mejor escondite para Papá que una cámara frigorífica) podemos decir que la aventura terminó felizmente para todos los implicados: Mamá recuperó a Papá, los secuestradores recuperaron sus comprometedores papeles, Bevilacqua y señora recuperaron sus pasaportes y sus dólares, y con ellos la posibilidad de ir a joderle la vida a gente de otro país, Malena recuperó a Strómboli y viceversa, el Toño Beltramo recuperó su autoestima, el misterioso jefe recuperó su impunidad y los viejitos anarquistas recuperaron la posibilidad de tener su cancha de bochas. Un japi end de aquéllos.
Los que no se recuperan son los de Interpol, que todavía están tratando de entender qué cuernos pasó aquí. Esperemos que a los lectores y lectoras no les esté pasando lo mismo.
Han pasado unos días desde el rescate. Papá todavía está castañeteando en la cama, pero en líneas generales se encuentra bastante bien, Mamá lo atiende como a un duque y los chicos lo fusilan a preguntas acerca de su aventura. A favor de Papá, hay que decir que es bastante honesto con ellos y que casi no se manda la parte.
El abuelo Strómboli ha decidido terminar con su dieta de sopita light, aire puro y abstinencia sexual. En este momento está sentado en su sillón favorito, con una copa de cognac en una mano y un cigarro cubano, regalo de Mamá, en la otra. Calza pantuflas, pantalón de hilo y una remera con su cara y la leyenda “Dios es ateo” que los viejitos anarquistas insistieron en regalarle. Mientras escucha atentamente la sonata de Arcángelo Corelli que Malena Lezcano está estrenando en exclusiva para él, mientras mira los largos y ágiles dedos de Malena recorriendo el diapasón del violoncello, una parte de su mente se entretiene en hacer ciertos planes que aquí no podríamos detallar sin ponernos colorados.
La atmósfera tranquila y sensual parece haber inspirado al Cachafaz y a Lupita, quienes en este mismo instante están en el jardín de atrás haciendo cachafacitos y lupititas entre gardenias y rododendros.
Todo muy romántico y bastante cool.
Pero la paz en esta familia tiende a durar poco. Cual racimo de pompas de jabón (que ya se sabe: son sutiles, ingrávidas y gentiles) el mundo de los Pérez Strómboli manifiesta una alarmante propensión a hacerse bosta a cada rato. Perdónalos, Machado, no saben lo que hacen.
Para hacerla corta: justo en el momento en que Malena entra en el “allegro vivace”, suena el teléfono en el living y alguien toca el timbre en la vereda y Carla grita desde la ducha porque alguien abrió el agua caliente y Emanuel comienza a patear la puerta del mismo baño llorando y gritando que se hace caca y pis y Papá pone el partido Birmania – Nueva Zelanda a todo volumen y el Cachafaz y Lupita aúllan a coro porque después de su desenfrenado encuentro amoroso algo les impide seguir a cada cual su camino. Qué infierno. Sin hablar de las dificultades técnicas a las que nos enfrentamos para continuar con esta narración con un mínimo de coherencia.
A no desesperar: la tecnología electro-cibernética del siglo XXI sale valientemente en auxilio del maltrecho narrador, que de no ser por ciertos artilugios se las vería en figurillas para cumplir dignamente con su trabajo. Así que recurrimos a la imaginación, y a la paciencia, de los lectores para pedirles que se figuren esta narración dividida en un cuadro principal y cuatro cuadros secundarios, tipo sistema “picture in picture. O, fonéticamente hablando: “píc-cher in píc-cher”.
Cuadro principal: primer plano de Malena entrando en la parte más caliente de su concierto: una melancólica cadencia en Si bemol menor que se resuelve sutil pero triunfalmente en un La séptima disminuida sazonado con un 27% de Fa sostenido mayor. Sal y pimienta a gusto.
Cuadro secundario 1, arriba, a la izquierda: el abuelo Strómboli levantándose a atender el teléfono poniendo cara de Jack el Destripador.
Cuadro secundario 2, arriba, a la derecha: mano derecha de Carla asomándose por la puerta del baño y ahorcando a Emanuel, que aprovecha para hacerse pis encima, pobre criatura.
Cuadro secundario 3, abajo a la derecha: Mamá tratando de arrancarle el control remoto a Papá, que no se rinde. Mamá, que se encuentra gozando de un excepcional período de buen humor, desliza su mano libre hacia la entrepierna de papá, aprieta y dice: chiflá o largá el control. Papá pierde el control. Mamá también. Mejor los dejamos solos.
Cuadro secundario 4, abajo, a la izquierda: el Cachafaz y Lupita incrementando sus aullidos. A éstos o les falta un ojal o les sobra un botón.
Rápido fundido a negro.
Abre sobre abuelo Strómboli, cuya cara de Jack el Destripador se transfigura mínimamente para terminar convirtiéndose en una honesta cara de culo.
- Malena, es para vos. Tu papá.
Malena atiende el teléfono y dice: voy para allá. Y después, a Strómboli: mi papá se va. Dice que ya terminó con sus negocios acá.
- Ya sé – dice Strómboli.

Dos horas más tarde, en el aeropuerto. El abuelo Strómboli, que sigue con su magnífica cara de upite, observa a Malena despedir a su padre desde una respetuosa distancia. Juan Felipe Lezcano Acevedo, el papá de Malena, brilla como una estrella viril. Malena lo abraza tres veces seguidas y después, quebrada por los sollozos, se corre unos pasos al costado. Momento que aprovecha Strómboli para tomar del brazo a Lezcano, llevarlo un poco aparte y decirle, señalando el maletín de cuero de su suegro:
- Si se le pierde lo que lleva ahí, no se preocupe: tengo copias. Ah. Y si me pasa algo a mí, o a alguno de mi familia, o a alguno de mis amigos, se enteran hasta en Ganímedes de qué clase de tipo es usted.
Lezcano Arias se lo queda mirando un rato.
- Cuídela a Malenita. Yo la quiero.
- La voy a cuidar. No se preocupe. La voy a cuidar mejor que usted.
El avión, con un elegante giro metálico, termina perdiéndose entre nubes cargadas de lluvia. Strómboli abraza a Malena, que llora serenamente.
- Es mi papá, lo quiero. ¿Me entendés?
- Te entiendo, mi dulce, te entiendo. Es tu papá. Pero por suerte la raza mejora.
- Boludo. Malo. A vos también te quiero.
- Este es el comienzo de una maravillosa amistad – dice Strómboli, ya decididamente jugado en su papel de Humprey Bogart of the pampas y estirando la mano derecha hacia maravillosas y cálidas regiones.
- Tócala otra vez, Sam- dice Malena, que para estos menesteres no es ni lerda ni perezosa y que, hay que reconocerlo, está mejor que Ingrid Bergman. Lo que es bastante decir.

(continuará)

No hay comentarios:

Publicar un comentario